Juan el Bautista era un hombre del desierto, el cual, seguramente no presentaba un cuadro muy agradable con su ropa áspera, su pelo largo, y la piel quemada por el calor abrasador del desierto.
La gente no viajaba grandes distancias para verlo atraídos por su apariencia física. Pero Juan tenía un mensaje del Dios de cielo; y cuando Dios le mandó comenzar su ministerio, él obedeció.
Juan podría haber dicho: “Nadie me hará caso, no soy como ellos, nunca me recibirán.” Pero, en vez de resistir el mandato, comenzó a predicar el arrepentimiento y el bautismo.
De todas partes se reunieron para oír al hombre salvaje con el mensaje poderoso. El llegó a ser tan popular que hasta los mismos soldados se acercaron por su consejo.
Juan tuvo la gran oportunidad de liderar un movimiento.
Muchos decían y se preguntaban, si él, era el Cristo?, pero Juan les dijo: “Viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado” (Lucas 3:16)
Amigo, en esta vida debemos de preguntarnos: ¿Quiénes somos, hacía donde vamos y por quien lo hacemos? Juan el Bautista tenía todo para engrandecerse, pero él tenía algo muy claro, quién lo había mandado y a quién le estaba preparando el camino.
Señor ayúdame a tener la sabiduría para ayudar a muchos y la humildad para reconocer que no soy nadie sin ti.
Tu hermano en Cristo, Rainner Chinchilla.
Costa Rica.